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Durante los últimos años asistir a la Bienal de la Máquina Herramienta había llegado a convertirse en algo rutinario, protocolario, como de puro trámite, aburrido y funcionarial. Excelente escaparate del alto nivel alcanzado por la industria vasca de bienes de equipo, pero cada edición de la feria era más de lo mismo: CNC, troqueles, máquinas metrológicas, tornos, cabezales de fresadora ejecutando airosos movimientos demostrativos en sus cinco ejes de libertad… El presente era una repetición del pasado, y el futuro se anunciaba como variaciones sobre el mismo tema y a ver qué tal.
Después vino la crisis, y con el languidecimiento económico la cosa fue perdiendo fuelle, hasta el punto de que algunos comenzaron a dudar de la continuidad de la Bienal. Sin embargo, en el 2016, un público más numeroso que de costumbre da fe de una vigorosa recuperación. Se han visto cosas realmente innovadoras, que justificaban el viaje hasta las faraónicas instalaciones del BEC. El protagonista de la última edición de la Bienal de la Máquina Herramienta ha sido una feria dentro de la feria: ADDIT3D, el punto de encuentro internacional de la fabricación aditiva y la impresión 3D.
Los fabricantes tradicionales del sector de la máquina herramienta, Unamuno, Zayer, Grupo Danobat, Trumpf, con un muestrario respetable de innovaciones en línea de estricta continuidad I+D, presentadas por ejecutivos encorbatados y azafatas de uniforme, daban la impresión de ser como las viejas locomotoras de vapor que antaño cedieron el protagonismo al camión. En la zona reservada a los stands de impresión 3D se respiraba el aire del futuro, en medio de un revoltijo de urnas zumbantes, rollos de filamento plástico y otros enseres del arte, donde cacharreaban incansablemente veinteañeros con T-shirts y coleta a lo Pablo Iglesias. Aquí es donde acudieron los curiosos en tropel. Y era aquí donde triunfaba la democracia de Tocqueville en versión DIY: un tácito y resuelto consenso anunciaba en las calles del pabellón 3 la llegada de un futuro de posibilidades que aún está por adquirir forma en la impresora 3D de la historia.
Toda esta escena de la impresión 3D se encuentra aún en fase experimental. Quienes compran esas máquinas, las fabrican por sí mismos o montan negocios para trabajar con ellas, todavía están explorando el terreno. La sensación que transmiten los eventos en torno a la fabricación aditiva, como de estar en una feria de ciencia escolar o en el patio de recreo de una escuela Montessori, no es algo negativo. Probablemente a comienzos del siglo XIX los constructores de grandes máquinas de vapor para talleres textiles y minas también pensaron que la máquina de alta presión de Richard Trevithick no era más que un juguete. Y sin embargo, de ahí salieron las fuerzas impulsoras de la primera globalización: los barcos de vapor y el ferrocarril.
En medio de este parvulario de alta tecnología, donde se hacen pirámides, manos ortopédicas, planetarios, modelos de prótesis dentales y figuritas del increíble Hulk, encontramos una llamativa excepción: German RepRap, un fabricante alemán de impresoras 3D -que por cierto tiene representación en Euskadi- con niveles de precisión, calidad y eficiencia que, unidos al tamaño considerable de las máquinas, ya se aproximan a los de las máquinas herramienta convencionales.
¿Quién dijo que el software libre y las arquitecturas abiertas son para universitarios y frikis? Aquí ya no estamos hablando de juguetes, sino de bienes de equipo. La RepRap alemana puede fabricar piezas complejas de grandes dimensiones: modelos a tamaño natural y a escala de turbinas, refuerzos de automóvil, hélices de barco, cruces de malta, engranajes distribuidores, cigüeñales… En otras palabras: prototipos para la industria.
Esto son palabras mayores: reducción de costes, ciclos de creación de producto reducidos desde un año a un par de semanas con medios internos de la casa, y un incremento drástico de la competitividad. Nuevos puestos de trabajo, retorno a los beneficios, salida del estado estacionario, fenómenos disruptivos, destrucción creativa: Schumpeter en acción. Después de haber visto la X1000, con su carcasa metálica, su compartimento eléctrico lleno de controladores y relés, y su flujo de trabajo suave y preciso hasta el rango de las centésimas de milímetro, no caben dudas: por aquí pasa el futuro de nuestro tejido industrial.
Tras esta visita a la BIEHM 2016, y teniendo en cuenta la celeridad de los avances técnicos en el ámbito de la fabricación industrial, uno se pregunta qué podremos ver para el 2018. Ahora hay un motivo para esperar con impaciencia.
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